Septima parte: Secretos en las paredes
Ese lunes fue diferente. La idea era pasar una agradable mañana en el parque trasero del caserón, pero el cielo nublado y la lluvia lo impidieron. Damien tuvo un plan mejor.
-¿Sabe por qué
no es fácil acceder al ático? Puede que en sus primeros recorridos haya descubierto la entrada, esta casa está
llena de secretos.
-No me fije en
esos detalles, no subí al segundo piso. Ver tu desordenada habitación fue
suficiente para notar tu presencia.
-En el segundo
piso vivían los empleados y yo pasaba mucho tiempo junto a ellos. Esa parte de
la casa es mi infancia, allí conservo mis recuerdos.
-¿Cuantas
entradas secretas hay? ¿Puedo verlas?
-Son tres en
total. El arquitecto era un verdadero artista y las escondió muy bien. Me
sorprendí mucho cuando era niño, apoyé mi espalda en una pared que se movía,
creí que la casa caería sobre mí. Empezaremos por mi favorita, siga a Berenice
porque ella camina a mi lado.
Los felices
pasos de la perrita la guiaron. Recorrieron la planta baja y parecía no haber
ninguna entrada oculta. Se detuvieron en la puerta de la cocina. Entre la cocina y la
entrada del comedor principal había un paredón largo. Damien hizo una marca en
el piso.
-Apoye sus pies
en la cruz del piso y toque la pared. Descuelgue el cuadro grande.
La pared se
movía y detrás del cuadro había una cerradura. El empapelado estaba puesto de
una forma tan perfecta que nunca notarias esa puerta.
-Dentro del
jarrón de cerámica de aquella mesita encontrara la llave.
Guillermina
abrió la puerta y se sorprendió al ver tanto lujo. Objetos delicados, vestidos
de seda, joyas y baúles antiguos. Damien le explico la razón.
-Originalmente
era la habitación número once, mi padre la utilizaba como oficina. Años después
mi abuelo paterno enfermo gravemente y le pidió a mi madre que perdone sus errores. Volvió a incluirla en el
testamento y además de darle dinero decidió enviarle los tesoros de la abuela Lena
y de su madre. Los recuerdos de la abuela eran muy preciados para ella y quería
conservarlos en un lugar seguro. Empapelaron la pared y compraron esa gran
pintura para cubrir la cerradura. Yo tenía tres años cuando lo hicieron, no
recuerdo la puerta original.
Mi tía había
muerto en el parto de su único hijo, así
que la totalidad de los objetos fue suya. Mi tío Edmon heredo la mitad de la
empresa y la casa principal, mi pequeño primo
y mamá recibieron la otra mitad y un departamento cada uno. Eloísa no tenía intenciones de trabajar en la empresa y
le vendió la parte a su hermano mayor. El departamento aún existe, mi madre le
pidió al abuelo Damien que lo ponga a mi nombre, nunca viví allí pero gracias a
su extraordinaria ubicación encontrar inquilinos es muy fácil. Veo su mirada
curiosa y sé a qué se refiere: todos los varones primogénitos tenemos el mismo
nombre de pila. Mi tío se llamaba Damien Edmon Mi primo hermano Pietro fue la única excepción, le
dieron el nombre de su padre italiano.
-¿La N de tus
iniciales es otro nombre ruso?
-No, es la N de
Nicolino. Mi abuelo paterno se llamaba así .Nací un mes después de su
fallecimiento y me pusieron ese nombre en su honor.
-Esas
tradiciones se están perdiendo en la actualidad. En mi familia el último
miembro que recibió el nombre de sus antepasados fue mi abuelo. Se llamaba
Guillermo.
-Usted es
Guillermina, suena a nombre heredado.
-Mi mamá es
admiradora de Bram Stoker y de la literatura gótica en general. En el registro
civil no le permitieron usar el nombre “Mina” y eligió uno parecido. Ella es la
única persona que me llama Mina.
-Es muy
original, ¿puedo llamarla Mina?
-Me encantaría.
Retomaron el recorrido.
Subieron al primer piso y Damien le mostro la habitación de su madre, el
pasadizo estaba allí. Se trataba de una puerta similar a la anterior que daba a
un cuartito muy pequeño. En el lugarcito había una escalera caracol y un
armario. El ropero estaba lleno de vestidos lujosos y sabanas de algodón
egipcio bordadas. La escalera era la manera de llegar a la biblioteca.
-Esta era la
sala donde trabajaba mi madre. En aquel escritorio planificaba las clases de
sus alumnos y en ese sillón Louis XV leía
novelas. De vez en cuando necesitaba aislarse de la realidad y la
literatura era su viaje favorito. A ella le hubiera gustado darte esto.
Damien le
entrego una edición de Drácula ilustrada. Al principio ella se negó a aceptarlo
porque era costoso y le pertenecía a Eloísa, pero Damien logro convencerla. El
volumen estaba dedicado, su hermana Emma había escrito: “Le obsequio mi novela
favorita a la mejor hermana que la vida me ha dado, felices veinticinco Eli”.
Guillermina era hija única y le decepcionaba saber que nunca recibiría una
dedicatoria tan especial como esa.
El ultimo
escondite era el ático .La puertita de ingreso se encontraba en la segunda
planta, dentro de la despensa de los productos de limpieza y de las toallas. El
pequeño lugar estaba cubierto por
muebles rotos, cajas de herramientas, baúles con diferentes tipos de vajillas
de porcelana y álbumes de fotos.
-En esas
fotografías vive el recuerdo de mi apariencia, me gustaría que las vieras. En
la última foto que me tomaron se ve mi aspecto actual, pocos meses después mi
jefe cumplió mi peor deseo y me transformo en esto, en un ser inmortal e
invisible que todo el pueblo cree muerto.
Los álbumes
estaban fechados por década. Eran tres en total. En el primero (1910-1920)
estaban las fotos de la boda de sus padres y los retratos de un tierno bebé de
cabello rizado y hermosos ojos. Había una foto de Emma y de Eloísa tomando
té en el jardín. Las últimas mostraban a
un niño sonriente en diferentes partes de la casa, en una posaba junto al
jardinero. En febrero de 1919 plantaron tres árboles en el parque trasero y el
fotógrafo de la familia conservo el recuerdo en esa fotografía.
En los demás
(1920-1930 y 1930-1940) el pequeño Damien se había convertido en un joven alto
y delgado, aún mantenía su cabello rizado. En el primer álbum parecía feliz y
optimista, sonreía y posaba simpático. En una fotografía lo acompañaba una chica preciosa.
Guillermina sospechaba que fuera ella,
pero le pregunto quién era de todos modos.
-Se llamaba
Catalina. Éramos novios en secreto porque su padre me odiaba. Pensaba que era
afeminado porque el futbol y la lotería no me agradaban. Le prohibió verme.
Cuando una vecina le dijo que seguíamos saliendo envió a Catalina a la ciudad y
la caso con el hijo de un amigo suyo. Perdí al amor de mi vida y a mi madre en
1930.El tercer álbum es muy oscuro, no tenía esperanzas y estaba deprimido, no
espere verme con una sonrisa de nuevo.
Ese álbum tenía menos
fotografías que los demás. La tristeza se reflejaba en su mirada. En la última
foto parece otro hombre. Fue en la anteúltima visita de su padre, en marzo de
1940 Norberto fue a ver a su hijo por su cumpleaños número veintisiete.
-Tenía treinta
años cuando mi jefe hizo realidad mi estúpido deseo. Si hubiese sido capaz de
pedir ayuda y decirle a alguien que no me sentía bien conmigo mismo no hubiera tomado
la mala decisión de pedir esto. Es muy triste saber que todo el mundo humano piensa
que estás muerto. Si usted y su perro no me hubieran encontrado mi situación actual
sería peor. Estoy infinitamente agradecido, ustedes me hacen sentir una persona
digna y valiosa. Es una lástima que usted no pueda ver la radiante sonrisa que
tengo en mi cara en estos momentos.
-Nosotros también
estamos agradecidos. Sos una persona maravillosa Damien. Me vas a contar porque
tomaste esa pésima decisión mañana, se acerca el mediodía y mis padres van a
preocuparse.
-Mañana será. Espero el regreso de los dos.
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