Segunda parte: El fantasmita amable

Sábado de sol, alegre como las flores que florecían en el jardín de la madre de Guillermina. La adolescente terminó de desayunar y le hizo caso al desesperado Boris, el presente día les invitaba una caminata. Tomaron el camino de la tarde anterior porque el animal lo quiso, se negaba a ir por otra calle y Guillermina no tuvo otra opción. Boris se detuvo cuando llegaron a la casa, tocó la reja con una de sus patitas y se puso a ladrar. Los  bisnietos herederos de las casonas vecinas no vivían en esas casas durante los meses laborables y no fueron testigos de la extraña escena. No finalizo allí, el candado se abrió solo. La chica empezaba a creer que la gente del pueblo no estaba tan equivocada.

Ingresaron a la extraordinaria vivienda. El jardín se veía perfecto y había una huerta…si no vivía nadie allí ¿Quién se hacía cargo de esos cuidados? .El interior de la casa parecía un viaje en el tiempo, los muebles y los objetos que lo decoraban eran del siglo pasado. Se conservaban muy bien y no tenían polvo, el fantasmita limpiaba aparentemente. De las diez habitaciones que conto solo una parecía habitada, se trataba del cuarto principal. Tenía balcón y baño propio, puede parecer increíble pero el balcón que recibía los ladridos de su perro era ese.

En la pulcra y ordenada cocina la esperaba un plato de galletas y un café recién hecho. Guillermina no podía creerlo, había encontrado el fantasmita más amable del mundo. Boris tenía un bol con agua fresca y un caramelo para perros.

El misterioso fantasmita había dejado un paquete en la sala de estar principal. Guillermina sentía curiosidad y se acercó, resultó ser un regalo para ella. Era un cuaderno grande  y una pluma, la tarjeta decía “Te obsequio este cuaderno para que describas las vidas que deseas vivir, si necesitas tranquilidad mi casa está a tu disposición”. Asombro es una palabra demasiado pequeña para describir semejante situación.

Antes de irse saludaron al propietario fantasma. Boris no ladro en esta ocasión, parecía relajado. Solo actuaba de ese modo cuando dormía o si alguien lo acariciaba. Guillermina no podía verlo, pero Damien era la persona que acariciaba a Boris. Extrañaba tener una mascota, desde pequeño no jugaba con un perro. Esperaba ansioso que regresaran.

 

 

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