Quinta parte: El inicio de una amistad eterna
El plan original de ese sábado era ir a la casona, pero algunos artículos de internet interesantes lo cambiaron. Se trataba de un pequeño blog que publicaba información sobre los terratenientes de la zona, los fundadores de los pueblos y la historia de sus nombres. Uno de los textos hablaba sobre los primeros pobladores de su pueblo y de tres de los empresarios que lo convirtieron en una zona industrial. Alguno de esos hombres debía ser el dueño de la casona lujosa, le intereso saber. El primero que mencionaba el texto se llamaba Roberto Mazorelli, este sujeto había construido la primera cosechadora del país y su exitoso invento lo lleno de dinero, todavía existía la fábrica. El segundo era Osvaldo Alesso, un bicicletero que cambio el diseño de las bicicletas clásicas y años después impulso la creación de motocicletas. La fábrica Alesso era conocida por la adolescente, su tío trabajaba allí.
El último de los
tres era un señor llamado Miguel Fonzi, famoso por ser el dueño del primer
taller metalúrgico del pueblo. Tenía otros en la ciudad y le iba muy bien.
Abrió otro en el pueblo porque su esposa deseaba vivir allí. Contrató a un
arquitecto para que diseñe la casa perfecta, una casa grande para todos los
hijos que él y su joven esposa pensaban engendrar. Tuvieron problemas para tener hijos y el único que llego
a la edad adulta murió joven. Sus herederos fueron sus dos sobrinos, Antonio y Fernando
Fonzi. Teniendo en cuenta la descripción de la casa era posible que fuera la
del señor D, así que decidió ir a la biblioteca para averiguar más sobre la
familia Fonzi.
No había mucha información
adicional. La bibliotecaria le dijo que en los diarios de la época podría encontrar
algo, eran gente conocida y sería fácil. Le trajo una pila de diarios de 1898,
otra de 1900 y una tercera de 1902.Los Fonzi salían en todas las secciones de sociedad,
aparentemente eran las estrellas del pueblo. Un artículo del año 1898 decía “La
nueva casa de los Fonzi es la más bella que este lugar ha visto…” y a continuación detallaba la fachada de la vivienda.
No había fotos, pero los datos coincidían. Miguel Fonzi falleció en 1912 y su
sobrino Antonio se hizo cargo de los talleres metalúrgicos del pueblo. Fernando
hizo lo mismo, pero a él le tocaron los de la ciudad. Su esposa murió dos años después.
Los Fonzi tenían
tres departamentos pequeños en la ciudad y la casona. La esposa de Antonio quería comprar
una casa en la metrópoli, así que vendieron el departamento que les habían dado
e intercambiaron la casona por otra vivienda.
Eso sucedió en 1915. La información terminaba allí, no decían nada sobre los
nuevos dueños. Fue hasta el edificio comunal y le dijeron que los archivos de
la década de 1910 se habían quemado en un incendio y el material más cercano
que tenían era del año 1923.La única opción que quedaba era hablar con los
hombres más longevos del pueblo, los recuerdos que conservaban de sus padres podían
ayudar.
Su papá conocía
a la familia, trabajaba con el nieto de Carlos, de los ancianos. Encontró su número
de teléfono en la guía telefónica de páginas amarillas y lo llamo. Le mintió,
le dijo que tenía que hacer una entrevista para la escuela y ella los había
elegido a ellos. El señor se sintió honrado y accedió. Esa tarde merendaron
juntos en su jardín.
Carlos tenía
noventa y tres años, Francisco había cumplido noventa y uno. Su padre trabajaba
en uno de los talleres metalúrgicos del señor Antonio Fonzi y su madre era costurera.
No recordaban bien al propietario, el hombre no vivía en el pueblo y aparecía de vez en cuando por
la zona. El encargado de los tres talleres del pueblo era su cuñado. No sabían mucho
sobre la casona, le dijeron que el nuevo dueño era constructor y la había
restaurado por completo. Le contaron que su hermana mayor y el hijo de este
sujeto eran novios en secreto, recordaban al perro gigante que tenía el joven
porque la pareja se encontraba en la plaza y ellos dos eran la excusa perfecta
para salir. Mientras ellos dos jugaban Catalina y su novio se reunían. El
nombre del muchacho era diferente, nadie en la zona se llamaba igual.
Recordaban que empezaba con la letra D y era parecido a “Damián”. Su apellido
era Azar y solían reírse de él por eso,
era menos conocido que su nombre.
Damien Azar.
Empezaban a aparecer las piezas perdidas del rompecabezas.
Al día siguiente
visito la casa de nuevo, Boris la acompaño. La extraña conversación fue así:
-Buen día, me
llamo Guillermina y me tome la libertad de averiguar su nombre, usted es Damien
Azar?
Damien Azar.
Nadie lo llamaba así desde hace mucho tiempo.
-Si estoy en lo
cierto responda de alguna manera, dé una señal
Y de repente un
libro se abrió. La verdad estaba en la casa, desaparecieron las dudas.
-Mi perrito Boris
actúa de formas extrañas cuando venimos a visitarlo, ¿él puede verlo? Si la
respuesta es afirmativa mueva algún objeto de nuevo.
El cuadro de la
foto familiar fue descolgado de la pared.
-¿El adolescente
delgado y alto es usted?
El perro empezó a
ladrar y una silla se movió sola.
-¿Cómo se
llamaban sus padres? Si pudo prepárame una merienda deliciosa es perfectamente
capaz de escribirlo en este papel.
Una mano invisible
escribió en letra cursiva dos nombres: Norberto Azar y Eloísa Petrov.
-Usted es un
fantasma muy particular, escribe, cuida su jardín, cocina… ¿Cuál fue la causa
de su muerte? Escríbala.
La respuesta fue
sorprendente: “No estoy muerto, soy invisible. La historia es muy larga, si usted
y su perro aceptan ser mis invitados todas las mañanas se la cuento con lujo de
detalles.”
-Gracias por invitarnos.
Nos veremos seguido, junto a usted mi verano será más entretenido.
¿Le gustan las
sorpresas? Puedo traerle una muy simpática.
La birome escribió
un gran “SI” en la hoja.
-Hasta mañana,
será un placer ser su amiga.
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