Junio de 1957: Alfonso
Es posible que este sea uno de los casos más emotivos que te tenido. Antonio era un fotógrafo excelente que trabajaba para algunas revistas y para uno de los diarios locales. Su carrera era exitosa y se lo merecía, había empezado a trabajar como fotógrafo hacia dos décadas y en los primeros años usaba la vieja Box Tengor de su padre.
Alphonse padre
era alemán y tomo la decisión de emigrar cuando Hitler llego al poder, se oponía
a sus políticas y no soportaba ver como su amado país desmoronándose. El hombre
pensó que cualquier país de Latinoamérica
era una buena opción, eligió Argentina. La cámara fue el regalo que Alphonse le
dio a su hijo Alphonse junior en su cumpleaños número veinte. Para diferenciarse
del padre el joven argentinizo su nombre, era bueno hablando en español y a
veces la gente creía que era argentino de verdad. Él y su hermana sabían el idioma
porque una vecina era española. Ellos eran muy curiosos, la señora era maestra
y a veces les enseñaba. Cuando llegaron
al país Alfonso tenia dieciséis años y
su hermana Adalia trece. No se sintieron
solos nunca, en aquellas épocas había varios hijos de inmigrantes en la escuela.
Al principio les costó adaptarse al clima y al ambiente festivo de su barrio,
pero se habituaron rápidamente a su nuevo hogar.
La carrera soñada
de Alfonso era el periodismo, pero rara vez aceptaban sus colaboraciones en las
revistas. Su padre le dijo que no se frustre y para animarlo le enseño a hacer
algo diferente: a usar la cámara de fotos.
A los treinta y siete
años noto cambios en su visión. Lo dejo pasar porque supuso que eran características
típicas de la edad, ya no era joven. Su padre había empezado a usar anteojos a los
cuarenta, tenía sentido su idea. Se dejó estar dos años, pero esos cambios empezaron a afectarle la vida y
no tuvo otra opción que pedir un turno al oftalmólogo. Fue al oftalmólogo para
que le recete lentes y el profesional noto que era un problema mucho más grave.
Antes de decirle el nombre de la desgraciada enfermedad el doctor le pregunto
si alguien en su familia había sufrido ceguera y la respuesta de Alfonso
resulto ser afirmativa, en sus últimos años de vida su abuelo paterno había
quedado ciego.
La enfermedad se
llamaba glaucoma y los estragos que habían causado en la visión de Alfonso eran
muy graves. Había sido descubierta hace pocos años y los tratamientos eran experimentales
aun. Le dijeron que en menos de tres años perdería la visión por completo, que debería
acostumbrarse a usar bastón. Su esposa estaba con él y estuvo consolándolo todo
el camino. No vería el mundo exterior que tanto adoraba nunca más, no conservaría
su belleza en fotos y la cara de su hijita sería un recuerdo.
Supo de mi
trabajo por la recomendación de Gregorio. Él trabajaba en el diario, eran compañeros.
Su familia lo acompaño a la tienda, mientras yo hablaba con Alfonso su hija Marta
jugaba con la mía, Eleonora tenía la misma edad. Celina y su esposa tomaban mate,
la simpatía y la facilidad que tenía esa
mujer para socializar conseguía información valiosa para mi trabajo.
Alfonso me conto
su historia y encargo una fragancia que contenga sus recuerdos del mundo
exterior. Me entrego una lista que detallaba cuales eran sus lugares favoritos
de la ciudad, el perfume favorito de su esposa y una barra de chocolate, el
dulce favorito de su hijita. Me pidió un bidón de la fragancia por mes porque ese
aroma se convertiría en su mundo real. Me dijo entre lágrimas que su trabajo de
fotógrafo estaba acabado pero que se sentía mala persona cuando lloraba por eso
porque su hermana le había ofrecido empleo. Alphonse tenía un almacén grande y su hija se hizo cargo del negocio.
Necesitaba ayuda y le propuso a Alfonso ser su socio. Su cuñada ya trabajaba allí.
Recorrí cada
lugar para recolectar los elementos y fui a una perfumería para comprar más
ejemplares de ese perfume. Visite a su hermana y ella me dio datos y recuerdos de
su infancia alemana. Adalia vivía en la casa de sus padres, su madre había
fallecido hace poco. Me permitió tomar algunas hierbas del jardín de su mamá,
antes de irme le pregunte como se llamaban porque necesitaría varios plantines,
el hombre quería un bidón por mes.
Alfonso quedo encantado.
Se convirtió en cliente vitalicio de la
tienda y en mi amigo, Marta sigue siendo la mejor amiga de mi hija. Nuestra amistad
duro treinta años, lloré mucho cuando se fue de este mundo.
Su hija es fotógrafa,
la exposición que le dedico a Alfonso
fue preciosa.
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