Introducción: Los orígenes del Señor Azar
Norberto Azar era un empresario exitoso, creador y propietario de varias viviendas. Había iniciado su carrera siendo un simple albañil, su padre lo era y le enseño el oficio a sus dos hijos. Su hermano se fue de este mundo en la mejor época de su vida, era joven y tenía futuro. El muchacho tuvo la desgracia de protagonizar un choque de trenes. Para olvidar su tristeza trabajaba más horas de las necesarias y a los clientes le agradaba, lo consideraban un joven responsable y lo recomendaban.
Se casó con una
mujer de buena familia cinco años más tarde. Su situación laboral era estupenda
y había ahorrado el dinero suficiente para trabajar de forma independiente. La
casa que heredo de sus padres era simple y modesta, pero a Eloísa le encantaba.
Estaba cansada del lujo, no lo encontraba atractivo.
Su hijo Damien nació
dos años después. Lo llamaron de ese modo por su bisabuelo ruso, el abuelo de Eloísa.
Norberto trabajaba para su patrón de lunes a viernes y dedicaba los fines de
semana a la construcción de una casa. La vivienda que compartía con su familia tenía
un patio inmenso, así que tuvo la ocurrencia de achicarlo y edificar. La ciudad
recibía inmigrantes nuevos cada día, encontraría un comprador.
Norberto publico
anuncios cuando la casa estuvo terminada. No la compraron los inmigrantes, sus
nuevos propietarios fueron un matrimonio que se mudaba a la ciudad. Eran un
grupo familiar grande y creyeron que la casa de adelante también estaba a la venta.
Para convencerlo le dijeron que a cambio de la otra vivienda podían darle una propiedad que habían heredado de su tía,
quedaba en un pueblo pequeño y necesitaba reparaciones, pero le aseguraron que
era bellísima. Norberto quiso verla primero y en el fin de semana partieron las
dos familias hacia el lugar. Tenían razón, era un hermoso caserón de estilo
colonial que necesitaba pocos arreglos, valía el riesgo.
Se mudaron tres
meses más tarde. La hermana menor de Eloísa se unió. La esposa de Norberto era
maestra y en la escuela del pueblo había puestos de trabajo, su hermana Emma cuidaría
del niño. Su esposo seguía trabajando en la ciudad, quería construir más
viviendas y necesitaba juntar dinero. Damien lo veía los sábados, los domingos
y los feriados, nunca tuvieron una relación de padre e hijo verdadera. Su madre
trabajaba por la tarde y cuando ella llegaba a casa él estaba cansado. La tía Emma
era su amiga, su niñera y su madre presente, lloro mucho cuando ella se fue para
casarse cuatro años después.
La exitosa vida
laboral de Norberto no se correspondía con la familiar. El matrimonio se caía a
pique y su hijo se volvía más retraído cada día. Había construido cuatro casas más
y su reciente proyecto era un edificio de tres plantas que le había encargado
un empresario. Tenían dinero de sobra pero no parecían una familia, los
billetes no pudieron comprar el amor y los lazos que no fueron creados.
Damien era muy inteligente,
el mejor alumno. Su padre le enviaba dinero por sacar notas altas en la escuela, como si al chico le
importara tener más lujos. Tenía todos los objetos que pudiera desear, el único
uso que le daría a ese ingreso seria intercambiarlo por un abrazo. El
adolescente soñaba con vidas que no poseía, las escribía y se las asignaba a
diferentes personajes. Era un gran escritor, si no hubiese sido tan tímido y
vergonzoso hubiera publicado libros sensacionales.
Su madre murió cuando
el joven tenía diecisiete años. Su padre quiso llevárselo a vivir a la ciudad,
pero Damien se negó. Norberto contrato dos empleadas para que no este solo y de
vez en cuando lo visitara. Eran cinco personas viviendo en una casa de diez habitaciones,
cuatro baños, un comedor inmenso y varias salas de estar, una por cuarto. La cocinera,
las dos empleadas de la limpieza y el jardinero.
La jardinería era
su segunda actividad favorita. Consideraba al jardinero Pedro un maestro. El
hombre le enseño a usar herramientas y a ocuparse del mantenimiento de la casa.
No quiso ir a la facultad y le dijo a su padre que con su parte de la herencia
y el trabajo de jardinero que le habían ofrecido podía vivir. Norberto le
enviaba el dinero que le pagaría a un sereno, con su hijo allí no necesitaba
contratar a ningún extraño.
Su “trabajo de
jardinero” consistía en cortarles el
pasto a sus dos vecinos más cercanos. Otro empleo le esperaba, uno que mantendría
toda la vida. En la segunda boda de Norberto había muchos invitados, el hombre
era muy popular en el mundo de los empresarios. Uno de ellos no lo era, no hacía
falta ser muy brillante para darse cuenta. Se llamaba Julio y su apariencia era
muy particular: sus ojos eran similares a los de los gatos, su cabello era
ruloso y largo, media casi dos metros y no hablaba con nadie. Llevaba puesto un
traje rojo y sus grandes anteojos lo
observaban solo a Damien. Parecía que no le importaba nadie más y era llamativo
que ningún presente note que el extraño hombre estuviera allí. Julio señalo la puerta de salida y el
joven lo siguió.
Le confeso que
no se encontraba en la lista de invitados y le dijo que asistió a la fiesta
para hablar con él. Era mago y había logrado pasar desapercibido gracias a un truco.
Buscaba el ayudante perfecto y el joven solitario era la mejor opción. Quedo anonadado
ante semejante situación, ¿por qué ese
extraño conocía su vida y su amor por la escritura? No tenía explicación, lo más
cercano a amigos que tenía eran los empleados de su casa, no hablaba de temas
personales con nadie que viviera fuera del caserón.
El particular
sujeto le dijo que había leído sus historias y que tenía los medios para pagarle
mucho por varias más. Eran útiles para su empleo. Podía trabajar desde su casa,
no necesitaría salir ni hablar con nadie. Él se encargaría de todo, si lo
deseaba era capaz de llevarle alimentos (y todos los elementos que necesitara) para
todo el mes además de asignarle un sueldo.
El inseguro y tímido Damien se vio seducido por la idea y acepto el trabajo.
Desconfiaba de los empleados y los despidió poco tiempo después. Se quedó solo
por propia voluntad, no deseaba que nadie lo visitara.
Le pidió a Julio
que trajera obreros para que construyan muros alrededor de la casona. Le compro la
vivienda a su padre y le dijo que nunca más vuelva. Se aisló del mundo real y
se convirtió en el esclavo de la máquina de escribir. Su comunicación con el
exterior era la carta dorada que su jefe le regalo para su cumpleaños. No tenía
nada escrito porque se expresaba en un lenguaje diferente, en imágenes. El ojo
del centro de la hoja era su ventana al mundo.
Un día de otoño
noto que no se reflejaba en el espejo. Sentía su cuerpo y oía su voz, pero su
apariencia exterior había desaparecido.
Siguió viviendo
en su caserón fortificado porque la magia de Julio lo inmortalizo. Una
jovencita descubrió su existencia varias décadas después, en el siguiente siglo
para ser exactos. No adelantare nada, esta historia continua y se enterarán de
todo con detalles.
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