Cuarta parte: El misterioso Señor D

Las últimas semanas de noviembre fueron insoportables para Guillermina. Exámenes, entregas de trabajos prácticos y presentaciones orales cada día. Estudio mucho y aprobó todas las materias, la esperaba un verano libre de compañeros insoportables y eso la alegraba. La secundaria es el obstáculo obligatorio del futuro que elegimos y  a veces te toca cruzarte con gente desagradable, como le paso a Guillermina. El pueblo era pequeño y los veía, pero no estaba obligada a compartir cuatro horas diarias con ellos.

Se encontraba libre de ocupaciones escolares y de bullying, necesitaba celebrarlo. Llevo a Boris de paseo y visitaron la casa nuevamente. Varias cosas habían cambiado, en las paredes aparecían fotos familiares que ella desconocía. En una de ellas el niño de la imagen anterior era un adolescente alto y delgado y  la madre se veía envejecida y demacrada, como si sufriera alguna enfermedad. El padre tenía el cabello diferente y  no había grandes cambios en su aspecto. No sabía explicar la razón, pero esa fotografía le transmitía tristeza.

Sobre la mesa de la sala  principal encontró algunos textos firmados por “D.N.A”. Eran cuentos breves, el personaje de uno de ellos era un perro de raza Gran danés llamado Beethoven. La trama era sencilla y conmovedora, se trataba de un niño solitario que no veía nunca a sus padres y había perdido a su mejor amiga, un día de otoño alguien abandono a un cachorrito en su plaza preferida y él lo adopto. El perro se convirtió en su mejor amigo y lo protegía de la tristeza del mundo.

Otra historia  interesante era el cuento de la princesa rusa. La princesa rusa era millonaria y tenía parentesco directo con el zar, no le faltaba nada material y vivía en un lujoso castillo. Su vida se caracterizaba por un enorme vacío: no conocía el amor. En su caminata diaria se cruzó con un trabajador pobre y se enamoró, confió tanto en su cariño que pensó que  la salvaría de sus decepciones. La felicidad fue muy breve y el dinero sustituyo la compañía de su amado, le enviaba regalos y rara vez la visitaba. El amor que creía  verdadero era una mentira que opaco su brillo, la pena invadió su cuerpo y acabo matándola. El rostro de la mujer triste de la foto encajaba con esta historia, anotó “Rusos o descendientes de rusos” en su cuaderno.

D.N.A era ruso o pariente de inmigrantes rusos y aristocráticos. Cuando llegaron a casa la joven busco en google nombres rusos que empezaran con la letra D. Figuraban Dima, Dmitriy, Damien, Dimitre y Daniell. No había muchas opciones con esa letra, el fantasmita amable de la hermosa casona tendría alguno de esos nombres de pila. Con N aparecían Nikolai y todas sus variantes, Neva, Narkissa y Nikon. Los apellidos que empezaban con A no abundaban y eran muy corrientes, ninguno se relacionaba con gente millonaria de la época  o familiares directos de algún zar. Su intuición le decía que el nombre de pila si era ruso, pero lo demás no encajaba. El obrero pobre no era ruso, debía averiguar más sobre el hombre de la foto.

Su abuelo materno era fanático de los juegos de cartas y de vez en cuando apostaba con sus amigos. Guillermina recordaba una frase que el hombre le repetía siempre: “La verdad y el azar son la pareja más perfecta que ha existido, si la historia está en duda jugar con el azar te dará la respuesta correcta”. El progreso de su  investigación era penoso y ninguna pista ayudaba, no perdía nada si jugaba con el azar. Anoto los nombres de pila en papeles pequeños y eligió uno con los ojos cerrados, el papelito ganador fue el que decía “Damien”.Con el segundo nombre y los apellidos hizo lo mismo, pero como tenía dudas agrego un papel en blanco a los escritos. En ambas jugadas el cartelito ganador fue el que estaba en blanco.

Era posible que el fantasmita amable se llamara Damien. No encontró ningún resultado en internet, no figuraban millonarios llamados Damien. La respuesta estaba en la casa, allí hallaría esa verdad.

 

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