Séptima parte: Sábado de visibilidad

Federico quiso convencerse de que estaba soñando y volvió a dormir. Ese sábado no trabajaba ninguno de los dos y se levantaron a las diez de la mañana. Comprobó que lo que vio no era un sueño porque sobre la mesa había una foto familiar pegada con cinta dentro de un diario infantil, una campera violeta con estampado de estrellas y  la aplicación de escritorio de Spotify se reproducía Zona de promesas. La computadora estaba prendida y pensó que lo había hecho Génesis, pero ella seguía durmiendo.

Antes de circular el poder de la carta debía resolver algo, un evento triste del pasado que teñía de oscuridad el presente. Al despertar y ver los objetos sobre la mesa y la foto pegada ella volvió a recordar ese día desgraciado. Federico no entendía nada y Génesis le dijo que se lo explicaría todo, que no estaba loco. Lo primero que hizo fue liberar ese recuerdo de su mente, nunca se lo había contado a nadie y el joven tenía curiosidad.

En el patio de la casa que compartía con sus hermanos y sus padres había petunias de todos los colores. Era la planta favorita de su abuela, la dueña original. Su abuela falleció antes de que ella naciera y su papá heredo la casa. Fernando y Carolina, su padre y su madre se estaban separando y lo ocultaban muy bien porque no deseaban que ellos tres sufrieran. El divorcio estaba en marcha. Aparentaban ser un matrimonio feliz y hacían las actividades de siempre, como ir al laguito todos los domingos. De noche dormían separados y a veces peleaban. Una noche ella escucho a su padre decirle a su madre  palabras que nunca pudo olvidar: “No veo la hora de encontrar un comprador para la casa, divorciarme de vos y no verte nunca más. Me arrepiento de casarme con una traidora”. Carolina lo había engañado con un compañero del trabajo, por eso se estaban divorciando.

Génesis escribió en su diario infantil razones para odiar a sus padres y rompió la foto familiar que tenía en su mesita de luz. La relación con ellos nunca volvió a ser la misma, desde ese momento los excluyo de su vida porque le habían hecho mucho daño, ella creía que esa felicidad era real. No uso la campera de las estrellas nunca más y cuando se mudó al departamento con Carolina y sus hermanos se la regalo a la hija de una vecina. De adolescente evitaba pasar por la casa de las petunias porque el recuerdo la entristecía y estaba asociado a ese lugar. Cuando se fue a vivir sola tiró el diario infantil y la foto rota en un container de basura y escucho el llanto dos gatitas que algún desgraciado arrojo allí. Las rescato y las adopto, ya sabrán quienes son. Nueve años después esos objetos reaparecieron en su vivienda.

A continuación respondió las preguntas de Federico ,le explico que los “delirios” que había creído ver eran la magia de esa  enigmática carta dorada y que sus poderes eran reales, habían salvado su vida.

Guardo la foto pegada y corrigió la lista que escribió cuando era niña, en lugar de “odiar” puso “perdonar”. Ahora se llama “Razones para perdonar a mis padres”. Conservó la planta, el diario y por algún tiempo la campera y la carta. La carta perdió su color dorado y el ojo se desdibujo no mucho después.

Su libro de cuentos fue publicado tres meses después. Fue best seller.

Renuncio a la oficina y se encuentra escribiendo su nuevo libro. La carta y la campera ya no están en sus manos, se las dio a una niña que conoció una tarde  en el laguito. Era domingo y había sol, un día perfecto para  festejar su primer aniversario. Una niña rulosa con los ojos teñidos de tristeza escuchaba a sus padres pelear. Génesis fue a buscar la campera y la carta  al departamento y se las obsequio, ella no las necesitaba más. La carta recupero su color dorado, mi ojo despertó y  las estrellas de campera abrigo la iluminaron con sus esperanzas .Sus padres dejaron de pelear y se pidieron disculpas, la abrazaron y le dijeron que todo estaba bien. La nena sonrió y lloro de felicidad.

Ahora la carta está en la casa de un hombre viudo. Mi ojo lo observa y como buen escritor que soy trato de darle una trama original a su vida, una historia que le de fuerzas para seguir adelante. El caniche Rogelio es su pequeña mascota y me ayuda mucho, sus ideas son muy creativas. La perrita de la nena rulosa se llamaba Darcie. Ella no está más en este mundo, fue una gran ayudante y siempre  agradeceré su colaboración. Me presentare, me  llamo Azar y mi oficio es mejorar tu existencia, me comunico con un lenguaje diferente porque nunca supere la timidez y eso me transformo en una persona invisible para los seres humanos, pero los animales si pueden verme. No seas como yo, todo el mundo te quiere ver y deberías permitirlo.

 

FIN.

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