Mayo de 1942: Evangeline
Evangeline fue mi primera clienta. Por aquel entonces yo tenía doce años, la mayoría de los clientes de Bernardino no me conocían y no confiaban en mi capacidad. El abuelo dejo por escrito que la tienda debía continuar abierta porque era el tesoro de su familia. En la carta decía que si era necesario vendiéramos su casa o usáramos los ahorros, pero que nunca nos deshiciéramos de ella. Mi tía Eliza y mi padre cumplieron la última orden de su padre. Ella atendía el negocio por la mañana, yo lo hacía todas las tardes (de lunes a sábados) y mi padre colaboraba los sábados porque durante la semana trabajaba en el ferrocarril. Los clientes del viejo Bernardo seguían yendo a comprar reliquias pero no pedían encargos especiales.
Evangelina tenía
dieciséis años y había perdido a sus padres en 1940. Vivía con su tía, una
mujer conservadora que deseaba que su sobrina se case rápido para no cuidar de
ella. Sus padres eran adinerados y decidieron ir a Europa solos, a ella la
dejaron con su antipática tía para que no falte a la escuela. El barco se hundió
y nunca más volvieron, no tuvieron funeral porque no recuperaron los cuerpos.
Era única hija como yo y convivía con una mujer que la odiaba, estaba sola y quería
conservar el recuerdo de sus padres para siempre. Un antiguo cliente de mi
abuelo me recomendó, le dijo que si era el nieto de un hombre tan talentoso valía la pena tenerme en cuenta.
Ingreso al local
con una maqueta enorme y un vestido de novia. La maqueta había pertenecido a su
padre y el vestido a su madre. Se habían conocido en un crucero europeo, en
1924.Él era inglés y ella francesa, ambos amaban viajar y lo hacían dos veces
al año. Evangeline nació dos años después. Recordaba la inmensa felicidad que
sus padres sentían al pisar un barco, le decían a su hija que viajar “es vivir una nueva aventura en un lugar desconocido”
.Siempre se acordaba de su primera vez en un crucero, tenía cuatro años y
estaba muy emocionada porque deseaba ver la magia de los cuentos que le contaban.
La vivió con intensidad y quería revivirla cada vez que sentía el peso de la soledad.
Convertí su recuerdo en el aroma más hermoso del mundo para que jamás olvide su
infancia. Guardé los objetos en un baúl que me dio mi madre, eran muy grandes
para caber en mis pequeñas cajas. En la composición
de la sustancia incluí pétalos de rosa rococó porque eran las favoritas de mi hermanita
y porque sabía bien lo triste que es extrañar
a los seres amados.
Evangeline
estuvo conforme con mi trabajo. Me felicito y prometió recomendarme a sus conocidos.
Se casó dos años después y fue a vivir a otra ciudad. Cuando falleció sus hijos
vinieron a verme, hablaron sobre los
recuerdos más hermosos que tenían de su madre y me hicieron un encargo especial.
Al mismo perfume de la maqueta y del vestido le añadí esencia de chocolate (el
dulce favorito de sus hijos), pétalos de jazmín (por su ramo de novia) e hilos de los trajes preferidos de su esposo.
Rocié el perfume en el objeto que eligieron y en el que trajeron, el primero
era una hermosa escultura de una pareja abrazándose y el segundo los anillos de
boda de sus padres. El esposo de Evangeline murió dos meses después que ella y
los anillos eran una reliquia de la familia paterna.
De vez en cuando
vienen a visitarme y ustedes los conocen, hagan memoria.
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