Los arcoíris merecen ser vistos

Los hijos de Melody y de Enrique eran reconocidos en la comunidad por ser amables, educados y compasivos. Su buen carácter y su interés por ayudar a los demás los convertían en el ejemplo ideal. La gente los quería mucho.

Crecer en la década de 1950 fue magnifico, escuchar a Elvis en la radio y jugar en la calle era lo que más le gustaba. Tocaban y cantaban sus canciones con su madre. La pequeña constructora de su papá progresaba pero el dinero seguía siendo el justo y el necesario, eso no estaba mal y no les importaba que algunos compañeritos los llamaran “pobres” y se rieran de ellos por heredar la ropa de sus hermanos mayores. Su papá  le decía que agradecieran tener hogar, ropa y comida .Él había sido muy pobre de niño y tuvo que dejar de ir a la escuela para trabajar, en ese momento se sentía millonario porque sus hijos no necesitaban hacerlo.

Melody regreso al bar cuando los chicos tenían edad para cuidarse solos, no podían darse el lujo de contratar una niñera. La razón para volver eran sus hijos, Teatro y Libertad deseaban asistir a una escuela de arte privada que había abierto recientemente, Ficción y Educación querían reparar las bicicletas que habían heredado (eran de Melody y de su difunto hermano) para ir a la biblioteca porque quedaba lejos y estaban cansados de ir caminando. Solidaridad no quería nada especial, estudiaba mucho para recibir una beca en la universidad porque quería ser doctora. Soñaba con un hermoso vestido que había visto en una tienda y podría usar en su graduación, pero había cosas más importantes que un lindo vestido y podía vivir sin tenerlo.

No fue fácil para Teatro asistir a las clases de ballet. La directora de la escuela no permitía que un varón baile ese tipo de danzas porque las consideraba “exclusivamente femeninas”. Una de las profesoras no creía lo mismo y se ofreció para darle clases en su casa los viernes por la tarde, Melody quiso pagarle pero la joven no acepto el dinero, las cuotas de la institución salían bastante caras y ella conocía el esfuerzo que Melody hacía para abonarlas. En la escuela aprendía otro tipo de bailes, artes escénicas y música. Su hermana Libertad cursaba con él todas las clases y fue la primera en conocer la razón de ir a la clase de baile de salón.

Su hermano nunca había hablado sobre chicas o noviecitas. Era el eterno mejor amigo, cuando la joven Grace lo invito a salir le dijo que tenía que estudiar y cuidar a su hermanita. Inventaba todo tipo de excusas para rechazar invitaciones. Tener una cita privada con una mujer que no sea su profesora de danza o su odontóloga lo aterraba, cómo debía reaccionar si le daban un beso  y ese beso no le gustaba?

Pero cuando conoció a Luke en la clase de baile de salón dejo de pensar eso de los besos. Era dos años mayor, más alto que él y delgado. Su cara parecía tallada por el mismísimo Zeus y Teatro la consideraba una obra de arte. Se parecía a Elvis. Quería estar muy cerca de esa obra de arte.

En aquella época no estaba bien visto que un varón tenga esos deseos. Los reprimía constantemente y le dolía, le dolía mucho esconderse. Libertad vio como miraba a Luke durante todo un año y era la misma mirada que ella le dedicaba al compañerito que le gustaba. Una tarde de diciembre cuando estaban solos en la casa se acercó al cuarto de su hermano para hablar sobre eso. Teatro le dijo que no podía describir lo que sentía pero no era algo propio de los chicos normales, ellos invitaban  a las chicas que les gustaban y él quería invitar a un chico. Había oído en televisión que a los varones que se enamoraban de otros varones los enviaban al manicomio y tenía pesadillas todas las noches. Una de esas pesadillas era recurrente  pero tenía final feliz, él estaba atado en la cama del manicomio y pedía auxilio, Luke entraba a la oscura  habitación vestido de enfermera, lo desataba y escapaban en un auto multicolor. Libertad  le dijo que no estaba enfermo, que se había enamorado y eso era muy  hermoso, que sea valiente y deje de esconderse porque era una persona preciosa que merece ser vista. Solidaridad había regresado rápido y escucho la conversación de sus hermanos menores. Mientras las palabras de su hermanita sonaban las lágrimas mojaron su rostro. Ella llevaba cinco años enamorada de su mejor amiga.

Solidaridad y Teatro estuvieron en el  closet varios años, eran incapaces de mostrarse como eran. Sus padres, sus hermanos y sus amigos cercanos los felicitaron cuando contaron su verdad y la aceptaron, pero el círculo era tan pequeño que continuaba siendo un secreto. La década de los 60s, el universo hippie y el amor libre fueron una señal para los dos, una oportunidad para mostrar que eran  personas preciosas y diversas. Teatro conoció a Imagen y Solidaridad a Lucy.

Teatro e Imagen se casaron y después de décadas de lucha adoptaron a sus dos hijas. Solidaridad y Lucy no se casaron legalmente pero vivieron juntas toda la vida. Lucy falleció hace algunos años y Solidaridad no pudo volver a enamorarse de nuevo, le dijo a Libertad: “El amor de mi vida se fue para siempre, espero reencontrarme con ella pronto”.

Solidaridad falleció el mes pasado. Su heredera es Belleza, la hija que le hubiese gustado tener. Sería bellísimo poder ver ese reencuentro, besos al cielo para las dos.

La verdadera enfermedad son las cabezas blindadas que niegan la diversidad basándose en el concepto de “normalidad”. La diversidad es más visible que un cartel fluo con luces en medio de la oscuridad e insisten en decir que no existe. Ese autoengaño los hace felices, es como una casa confortable que los protege de las imágenes del exterior. Lo más cercano a lo normal que tenemos son las diferencias, pero las diferencias están coloreadas con todo tipo de tonalidades y ellas ven en blanco y negro.

 

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