Cuarta parte: Miércoles de estrellas y de esperanzas
Recién eran las seis de la mañana del miércoles y Louise ya se comportaba de formas extrañas. Se negó a correrse del escritorio cuando Génesis quiso guardarla en el sobre y para completarla se sentó encima de la carta abierta. Minutos después se movió y regreso a su actividad anterior, observar el papel y responderle.
La computadora
estaba prendida cuando despertó, sus gatas estaban tan raras últimamente que pensó
que pudo ser resultado de los juegos de Hedy,
cuando era bebe destruía cables y mordisqueaba electrodomésticos, puede que
haya jugado con el botón de encendido. Salió de la cama para apagarla y la aplicación de escritorio de Spotify empezó
a reproducir una canción .No eran cualquiera, era su favorita, Freedom! '90 de George
Michael .Hacia un mes que no la escuchaba en la App. También se abrió sola una pestaña
particular, la carpeta en donde guardaba los textos que había escrito. Vivía en
un monoambiente recientemente construido y hasta donde sabía no tenían
fantasmas en el edificio.
Uno de los
libros de la biblioteca estaba sobre la mesa y ella no lo había puesto allí. En
su interior encontró un papel con la dirección de una editorial. Del papel si se acordaba. En su época de estudiante
presento un cuento en un concurso literario, estuvo cerca de ganar el premio y
de que lo compartan en un reconocido diario de la ciudad. El premio era
publicar su propio libro. Un editor le dijo que su cuento era el que más le había
gustado y estaba dispuesto a financiar su libro, tenía talento e historias como
esa podrían convertirlo en best seller. Le dio una hoja con la dirección y el teléfono
de la editorial para que llame. Ella no le respondió nunca porque no le creía ni
una palabra al sujeto y no se sentía tan talentosa. Guardo el papel en algún sitio
que olvido, pero había leído esa novela el mes anterior y no tenía ningún papel
dentro.
Louise
continuaba haciendo lo mismo y Génesis se acercó para verla mejor. Creyó
enloquecer por completo cuando noto letras y números en la hoja. Mientras
sonaba la canción en el papel decía: “Sé libre por primera vez en tu vida, te lo mereces”.
Debajo del ojo había un número de teléfono, el mismo del papel. Vaya forma de
empezar el día, un monoambiente fantasmagórico y una carta que habla. Para evitar
cualquier desastre en el edificio la puso en su mochila y la llevo al trabajo.
Federico no iba
a ir ese día a la oficina, le había avisado por mensaje de whatsapp. Sus compañeros le dijeron que se veía
distinta y una compañera le dijo que su
maquillaje era bonito. Su personalidad si, hablaba un poco más que antes y sonreía,
pero no se había maquillado. Recibió halagos todo el día y dos mujeres que en
el pasado ni siquiera la saludaban fueron simpáticas con ella. Su jefe tenía
una reserva en un restaurante de lujo, iba a ir con su esposa pero tuvo un imprevisto,
así que le dijo que podrían aprovecharla ella y su novio. Su novio, la vieron dos
días hablando charlando con Federico y ya asumían que era el novio. La cena estaba pagada porque el hombre solía elegir
el mismo menú siempre y pagarlo por adelantado.
Llamo al joven y
le conto sobre el sorprendente regalo de su jefe. No iban a perder la
oportunidad de cenar en el restaurante más reconocido de la ciudad, a las ocho
y media la pasaba a buscar. La emoción hizo que olvide la carta, las letras habían
desaparecido pero el número seguía allí. Se retiraron antes de la oficina
porque se cayó el sistema, ese miércoles no podía ser mejor.
Aún era de día y ya
que estaba en el centro fue a comer un helado. Si, Génesis ama el helado en otoño.
También le gusta desayunar las porciones de pizza o de tarta que sobran de la
noche anterior pero no cuestionaremos esas rarezas, son nada en comparación a
la seguidilla de rarezas que trajo la carta.
Las casualidades
de la carta (porque la vida no se anima a tanto) llevaron al editor a la misma heladería
y por si algo le faltaba a los extraños días que estaba viviendo nuestra
protagonista el sujeto la reconoció. Le
pregunto cuál fue su razón para no llamarlo, su trabajo era fantástico y merecía
estar en un libro. También quiso saber si seguía escribiendo ficción. Volvió a
darle la oportunidad, le dijo que envíe los archivos a su correo electrónico personal.
Ella decidió intentarlo, no tenía nada que perder porque ni siquiera había empezado.
De camino a casa abrió nuevamente la carta. El ojo brillaba como el sol, los números
no estaban pero su lugar era ocupado por pequeñas estrellas blancas.
Antes de bañarse
y prepararse para salir con Federico le envió la carpeta de archivos al editor.
La imagen de la carta le había dado esperanzas, cuando era niña y soñaba con
ser escritora observar las estrellas que su papá había puesto en el techo de su habitación le producía
la misma sensación. Cuando tenía seis sus padres iniciaron el trámite de
divorcio y pusieron la casa que compartían en venta. Su mamá le regalo la
campera para su séptimo cumpleaños, era un domingo y Génesis quiso festejarlo
en el laguito porque es su lugar favorito de Rosario. Le dijeron que las
estrellas de su cuarto se habían mudado a la campera para acompañarla a todos lados.
Un mes después el divorcio fue oficial y una pareja compro la casa. Su patio
verde y florido fue sustituido por un balcón, con el dinero de la casa, los
ahorros y la herencia de una tía sus
padres compraron dos departamentos, uno para cada uno. Las estrellas seguían con
ella, fueron una de las pocas cosas que el destino no le quito. Cuando creció la
campera paso a ser propiedad de una vecinita del edificio, a veces trata de
recordar su nombre.
Uso el mejor
vestido que tenía para asistir al restaurante. Maquillada, peinada y con ese
vestido se veía irreconocible. El abogado le dijo que estaba preciosa. Ella lo
beso y en un confuso episodio termino durmiendo en su departamento. En el
monoambiente de Génesis las gatas estaban recostadas junto a la carta, la
observaron hasta quedarse dormidas. El papel brillaba como nunca antes y había
estrellas en toda su extensión. El ojo tenia forma de luna, parecía un dibujo
surrealista.
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